Editar las siete horas de vlog que grabé en Japón no fue un problema. No sabía que el drama iba a ser exportarlo en el móvil

  • Necesité tres intentos para exportar el vídeo final en 4K sin que el móvil se achicharrase

  • Para lograrlo, utilicé un pequeño ventilador de mano y un soporte para el móvil

Noelia Hontoria

Editora

Organizar un viaje a Japón tiene su miga, sobre todo si quieres aprovechar bien el tiempo allí y si es tu primera vez en Asia. Todo es tan diferente que estuve meses cuadrando rutas y transportes, reservando entradas a atracciones turísticas y buscando tiendas y productos curiosos que no me quería perder, como las famosas tiendas junk.

Por primera vez, a mi pareja y a mí nos apetecio tener un recuerdo de este viaje más allá de las fotos y empezamos a grabar un vlog casero “a ver qué salía”. El resultado fueron siete horas de vídeos brutos que, una vez editados, se quedó en hora y media.

Lo pasamos bastante bien grabando y editando, pero sacar el vídeo final del móvil se convirtió casi en una prueba del Grand Prix. El móvil se achicharraba y tuve que recurrir a un gadget cutre de AliExpress para lograr mi objetivo.

Grabar y editar desde el móvil es muy cómodo; exportar el vídeo, no tanto

En un primer momento fui algo reacia a grabar nuestras aventuras por Japón porque pensé que podía restar naturalidad al momento, pero nada más lejos de la realidad. Ahora me alegro mucho de tener ese recuerdo.

¿Probablemente lo veré, como mucho, una vez más en toda mi vida? Es posible. Pero fue un viaje tan especial que me alegro de tener la opción de volver a recordarlo con tanto detalle cuando me apetezca.

Crear este tipo de contenidos lleva bastante tiempo, así que mi pareja y yo llegamos a un pacto para repartir la tarea: él se encargaba de toda la grabación y yo me encargaría de editarlo.

Normalmente utilizamos LocalSend para pasarnos archivos, pero las siete horas de vídeo en 4K pesaban tranquilamente 200 GB, así que optamos por un pincho USB-C. Para editar, utilicé CapCut (qué pena que todavía no sabía acerca de sus peligrosas condiciones de uso).

Fui haciendo la edición a ratitos y debo reconocer que tardé como tres meses en lograr reducir estas siete horazas en “solo” 90 minutos. Me las veía muy felices porque pensaba que ya había terminado, pero al momento de exportarlo llegó el drama.

Junio. Madrid. Un inicio de verano atípicamente caluroso. Y mi móvil con su ardiente Snapdragon Elite 8 luchando contra una tarea exigente y larga. Hasta en dos ocasiones la tarea se bloqueó, después de casi una hora de progreso cada vez. El móvil quemaba con solo tocarlo.

Me di cuenta que el problema no iba a ser cuánto tiempo tardara en exportar, sino poner toda la atención en mantenerlo “fresquito” mientras estaba intentando sacar el proyecto de CapCut a la galería del móvil. Podría haberlo subido a la nube de la app y descargar el proyecto en un ordenador, pero me preocupaba mi privacidad.

Aquí fue donde apliqué cuatro gestos: aire acondicionado en el salón, teléfono sin funda, soporte para el móvil para mantenerlo elevado y que pudiera disipar mejor, y un ventilador de mano de AliExpress apuntando directamente al móvil, a pocos centímetros de la parte trasera.

Por fin lo conseguí: a la tercera fue la vencida. Esto me dejó una lección importante: creemos que los móviles ya son todopoderosos, pero hay tareas para las que todavía necesitan dar un salto de calidad.

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