Un colegio de Reino Unido le pidió a sus alumnos que renunciaran a sus teléfonos una semana. Y no es un hecho aislado

Estos ensayos de abstinencia controlada revelan tanto la dependencia instaurada como el deseo de recuperar espacios de presencia, silencio... y desconexión

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Miguel Jorge

Editor

En mayo se conoció un experimento pionero en Reino Unido. A los niños de una ciudad al norte de Londres les prohibieron el móvil un año como prueba. Los resultados (y efectos) fueron notables, como contamos. Desde entonces, han existido otras propuestas y pruebas en la misma línea. La última: una semana sin móvil en una escuela, incluyendo el propio director.

El silencio del bolsillo. Lo contaba la BBC. En un colegio del condado de Kent, al sureste de Inglaterra, un grupo de estudiantes de Year 10 dieron un paso inusual en una época dominada por las pantallas: entregaron sus teléfonos durante una semana como parte de un experimento académico. La iniciativa, organizada por la Universidad de Kent y llevada a cabo en The Canterbury Academy Trust, buscaba observar cómo cambia el comportamiento de los jóvenes cuando desaparece la conexión constante a las redes, los mensajes y el incesante flujo digital.

La propuesta, que algunos describieron como aterradora pero también liberadora, incluyó el uso de móviles básicos sin acceso a internet ni redes sociales, dispositivos con la simple función de llamar y enviar mensajes de texto. Para Emilia y Molly, dos de las alumnas participantes, la experiencia fue una posibilidad de reconectar consigo mismas, de liberarse de la ansiedad provocada por la presión de estar siempre disponibles o por el miedo a quedarse fuera de lo que ocurre online.

Malestar adolescente. El director del centro, Jon Watson, ha contado que decidió unirse al experimento como ejemplo para los estudiantes y el personal, extendiendo la restricción más allá del horario escolar. El hombre ha asegurado que el objetivo no es demonizar la tecnología, sino enseñar a los jóvenes el peso de la responsabilidad que implica tener un móvil, con sus ventajas, pero también con sus riesgos.

La psicóloga Lindsey Cameron, responsable del seguimiento académico del proyecto, subraya que existe ya una fuerte evidencia del vínculo entre el uso intensivo del móvil y problemas de salud mental en los adolescentes: alteraciones del sueño, comparación constante con los demás y una creciente adicción. El experimento pretende, precisamente, comprender mejor esas conexiones y medir si una simple pausa puede ofrecer resultados tangibles en bienestar emocional y hábitos de vida.

Repensar la infancia. La experiencia de The Canterbury Academy Trust no es un caso aislado. Esta misma semana, seis escuelas primarias de Kent y más de 5.000 padres y cuidadores firmaron un pacto para retrasar el uso de teléfonos en adolescentes hasta Year 9, y postergar el acceso a redes sociales hasta dos años después. La preocupación por el impacto del ecosistema digital en el desarrollo cognitivo y emocional de los menores ha ido creciendo en el Reino Unido, donde cada vez más instituciones se plantean medidas colectivas para devolver el control del tiempo y la atención a los jóvenes.

A raíz del experimento, se prevé que otras escuelas del condado se sumen en los próximos meses, y en septiembre se celebrará una cumbre con educadores de toda la región para discutir un enfoque común frente al uso del móvil en las aulas y en casa. En una era en la que lo digital se ha convertido en una extensión de la identidad adolescente, esta especie de ensayos de abstinencia controlada revelan tanto la dependencia instaurada como el deseo latente de recuperar espacios de presencia, silencio y desconexión.

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