Todos esos productos que nadie compra en Amazon van al mismo sitio: a una empresa desconocida que se está haciendo de oro

Las tensiones arancelarias, lejos de frenar el consumo, parecen haber multiplicado la inventiva para sostenerlo

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Miguel Jorge

Editor

En el mes de enero desvelamos un “arte” poco conocido por el gran público: el de los “reembolsos sin devolución”, es decir, recuperar literalmente el dinero y, muy importante, quedarte en la ecuación con la compra. Hoy vamos a explicar otro negocio que ha terminado explotando al amparo de la guerra comercial entre China y Estados Unidos: el del millonario negocio de los productos descartados (o devueltos). 

Auge silencioso. La historia la contaba el New York Times la semana pasada. En medio de los efectos colaterales de la guerra comercial entre Estados Unidos y China, un inesperado beneficiario ha emergido: la industria de las devoluciones. ¿Cómo? Sí, en vastos almacenes de empresas desconocidas para el gran público como el de ReturnPro en Fort Worth, Texas, miles de productos retornados (televisores, herramientas, juguetes, electrodomésticos, ropa, equipo de pesca) se acumulan para ser rescatados del olvido.

Hablamos de lotes y stock sin salida en Estados Unidos, o de bienes comprados y luego devueltos por consumidores a grandes cadenas como Walmart, Amazon o J.C. Penney, que los canalizan a empresas especializadas en “logística inversa” como ReturnPro. Allí, se clasifican, limpian, reacondicionan y se ponen a la venta en plataformas propias como VIP Outlet, goWholesale o Direct Liquidation, donde esperan compradores minoristas, distribuidores e incluso, por supuesto, consumidores atentos a ofertas. En un contexto como el actual de creciente incertidumbre sobre los aranceles y la ralentización del comercio entre China y Estados Unidos, este sector se está consolidando como una alternativa viable (y rentable) al suministro tradicional de mercancías.

Resucitar lo descartado. ReturnPro, que gestiona 259 categorías de productos y mueve hasta 300 camiones semanales, se ha convertido en el eslabón clave entre lo que las tiendas ya no quieren y lo que el mercado todavía puede absorber. En lugar de liquidar al por mayor por centavos o enviar al vertedero millones en mercancías, los minoristas aprovechan el modelo de consigna que ofrece ReturnPro para dar nueva vida a estos artículos, muchos de ellos fabricados en China y devueltos por motivos tan variados como el arrepentimiento del comprador, empaquetados dañados o simples excesos de inventario.

Cerca del 50% de los artículos provienen de China, pero en vez de dejar que las tensiones arancelarias frenen su flujo, lo que hace esta industria es reinsertarlos en el mercado con márgenes mucho más altos: hasta 25 centavos por dólar para los minoristas, y más si el producto es reacondicionado.

La fiebre del reacondicionado. Lo que en otro momento habría sido una salida marginal para excedentes hoy se ha convertido en una fuente de abastecimiento para tiendas estadounidenses como T.J. Maxx, Five Below o negocios familiares. Marcas como Apple, HP, Hamilton Beach o Milwaukee Tool tienen una segunda vida gracias al trabajo de empleados que revisan portátiles en busca de pantallas rotas, reinstalan sistemas operativos, limpian impresoras o reorganizan los accesorios perdidos.

La demanda es tan potente que muchos productos se agotan en minutos. Contaba el Times que, durante la pandemia y las recesiones anteriores, los consumidores se familiarizaron con la compra de productos reacondicionados. Ahora, con la inflación y los precios al alza por los aranceles, ese hábito se ha reforzado. Como explicaba Mark Kingsley, mayorista de electrónica desde 2008, el gran atractivo es la independencia de los precios que imponen los fabricantes: se puede negociar, comprar barato y revender sin restricciones.

Espejo de la sociedad. Si se quiere también, la avalancha de devoluciones revela patrones sociales. Un ejemplo: después de cada Super Bowl, los televisores que se compraron para disfrutar de los partidos regresan por centenares. Tras huracanes, muchas baterías eléctricas se devuelven. La Navidad deja un reguero de árboles artificiales, adornos, juguetes y ropa que quizás solo se usaron una vez. Hasta el fraude se ha sofisticado: el llamado wardrobing, ese donde una prenda se usa para un evento y se devuelve después, o las devoluciones con objetos distintos dentro de la caja, como cuando alguien reemplazó un iMac por una Biblia.

En este punto, destacaba el medio en su reportaje que aproximadamente un 15% de las devoluciones tiene algún grado de engaño. Para ReturnPro, cada caja debe ser analizada: qué vale la pena reparar, qué es basura o qué puede reciclarse. El algoritmo interno de la empresa, diseñado para evaluar el valor de reventa, determina qué productos son rentables y cuáles no: una funda de móvil rara vez justifica el coste de transporte, pero una cafetera o un ordenador sí.

Economía circular y reinvención. Ahora, en el nuevo contexto de interrupciones logísticas, aumento de costes y reducción de inventarios, la reintroducción de productos en la cadena de consumo ha pasado de ser marginal a estratégica. Las marcas que antes liquidaban lo viejo al llegar nuevos modelos, ahora optan por retener stock por más tiempo, aumentando así el valor de su inventario “dormido” en almacenes como los de ReturnPro.

No solo eso. El auge de esta industria muestra cómo un sistema basado en el consumo perpetuo encuentra vías inesperadas para sostenerse a sí mismo. En palabras de Zac Rogers, experto en logística, se ha invertido el ciclo: ya no se repone lo que se agota, sino que se reanima lo que fue rechazado. Y aunque esta economía circular no es nueva, sí lo es la escala, la profesionalización y la sofisticación tecnológica que la definen.

La inevitabilidad del deseo. Wes Berry, de ReturnPro, contaba al New York Times cómo los minoristas han creado una especie de “salas de guerra” para analizar si deben subir precios, renegociar proveedores o buscar alternativas nacionales. Pero la demanda no cede. “Puedes poner todos los aranceles que quieras (contaba Sender Shamiss, el llamado ‘Padrino de las devoluciones’), pero la gente va a seguir comprando”.

Visto así, su declaración, más que una sentencia comercial, es un diagnóstico social. En un mundo donde comprar es reflejo, hábito o identidad, los productos pueden devolverse, pero el deseo, difícilmente. Por eso, incluso en medio de una guerra comercial, el negocio de los rechazados no solo sobrevive: está prosperando.

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