Noelia Hontoria
EditoraLa pantalla siempre encendida es una función muy útil, pero también tiene sus desventajas. Las principales: autonomía y concentración. Para encontrar un buen equilibrio entre aprovechar su potencial e integrarlo en mi día a día de una manera responsable, desde hace unas semanas he estado poniendo el móvil bocabajo cuando está sobre la mesa. Y los resultados que he obtenido me han gustado bastante.
Bye, bye, distracciones. El primer motivo es el más obvio. Cuando vemos que tenemos alguna notificación, sea de la app que sea, es inevitable sentir un impulso que nos lleva a mirar qué hay de nuevo en nuestro móvil. Y vamos a ser sinceros, la mayoría de las veces es simplemente ruido.
Cuando tenemos la pantalla bocabajo el móvil se convierte en un elemento más de nuestro escritorio, igual que el teclado o esa maceta que intenta darle algo de vida a nuestra rutina. Y os aseguro que desde que lo coloco en esta posición lo miro mucho menos y ha mejorado mi concentración y también mi productividad.
¿Cómo lo puedes comprobar? Analizando la cantidad de desbloqueos que haces al día. En Android lo puedes mirar en ‘Ajustes’ > ‘Bienestar digital’, mientras que en iOS tienes esta información en ‘Ajustes’ > ‘Tiempo de uso’ > ‘Ver toda la actividad’ > ‘Consultas del dispositivo’.
La autonomía mejora un poco. La batería también se puede beneficiar de este gesto. No es milagroso ni vas a notar un cambio sustancial, pero los pequeños gestos son los que ayudan a que, en conjunto, llegamos más sobrados al final del día.
Esto es especialmente importante en el iPhone. Y me explico. Android permite configurar que la pantalla no se ilumine con cada notificación, pero en iOS solo lo lograremos si configuramos el modo No Molestar. Y sinceramente, es un engorro tenerlo activo durante el día (sí que lo uso durante la noche).
Así que al no encenderse continuamente la pantalla por cada notificación que entra, también estaremos ahorrando energía.
A salvo de mirones. Y por último, otra ventaja de tener el móvil bocaabajo es que por fin podemos evitar las miradas de otras personas con las que compartimos mesa.
Ya sea en casa con nuestra pareja, en el trabajo con nuestros compañeros o en una cafetería con amigos, además de suponer también una distracción para la otra persona es, en cierto modo, una vulneración a tu privacidad, ya que estarán viendo continuamente quién te escribe o qué apps usas.
Un hábito que se coge muy rápido. Quizá el primer día te notes algo raro con el móvil bocabajo y sientas el impulso de levantarlo para comprobar si ha entrado algo nuevo, pero esto se esfuma rápido. En mi caso, en apenas una semana ya tenía totalmente interiorizado este gesto en determinados momentos del día: mientras estoy trabajando y cuando he quedado para comer con alguien.
Imágenes | Alejandro Alcolea
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