Había tres naciones que seguían negándole las puertas a la entrada de Google para que pudiera actualizar su sistema de mapas que luego utilizamos en los móviles. Esos países eran Corea del norte, China y Corea del Sur. Ahora están a punto de ser solo dos.
Un bloqueo de dos décadas. Sí, en uno de los países más avanzados del mundo en conectividad, la navegación con Google Maps seguía siendo incompleta: en Corea del Sur no se ofrecía indicaciones paso a paso ni rutas optimizadas. La razón radica en la legislación que prohíbe exportar datos cartográficos detallados a servidores en el extranjero.
Desde mediados de la década de 2000, el gobierno ha rechazado repetidamente las solicitudes de Google (en 2007 y 2016) alegando riesgos para la seguridad nacional, pese a que la compañía afirma que los mapas solicitados han pasado revisiones y no incluyen instalaciones sensibles. El debate, que se reabre con una decisión prevista para el 11 de agosto, enfrenta la defensa de la “soberanía digital” y la protección de la industria local frente a la apertura económica y el impacto en el turismo.
El ecosistema doméstico. En Corea del Sur, el dominio de Google es sustituido por el de plataformas nacionales como Naver y Kakao, que integran buscadores, mensajería, música, noticias y mapas. Estas empresas sí ofrecen navegación precisa, pero almacenan y procesan los datos en servidores locales, cumpliendo la ley.
Google dispone de la misma cartografía, licenciada a un proveedor nacional, pero solo puede mostrarla de forma estática, sin guiar al usuario. La Asociación Coreana de Información Espacial (Kasm), que agrupa a 2.600 compañías, advierte que el 90% de sus miembros rechaza la petición por temor a que el gigante estadounidense arrase con el mercado, una preocupación que también se extiende a un posible efecto dominó que beneficiaría a otras tecnológicas extranjeras, como Apple, que ya ha solicitado permisos similares.
Seguridad e infraestructura. El gobierno ha ofrecido a Google la posibilidad de operar con datos completos si construye centros de datos en Corea, como hacen sus rivales nacionales, pero ello no resolvería la exigencia de la empresa de procesar la información en su red global.
Los defensores de la restricción recuerdan que en 2022 un incendio en un centro de datos de Kakao dejó fuera de servicio sus aplicaciones de mensajería, transporte y mapas durante horas, lo que demostró la vulnerabilidad de concentrar datos en infraestructuras localizadas. Los críticos, sin embargo, argumentan que la negativa frena la innovación, complica el desarrollo de servicios turísticos y tecnológicos competitivos a nivel internacional y penaliza al visitante extranjero, que debe alternar entre Google Maps para buscar lugares y aplicaciones coreanas para llegar a ellos.
Impacto en el turismo. Por su parte, la Organización de Turismo de Corea registró en 2023 un aumento del 71% en las quejas sobre apps, con Google Maps como foco del 30% de los casos por la ausencia de navegación. Viajeros de países como Italia o Francia relatan la frustración de encontrar un restaurante recomendado en Google y tener que cambiar a Naver Maps para obtener las direcciones.
El tema ha escalado al plano comercial: la Oficina de Comercio de Estados Unidos lo incluye como una barrera no arancelaria, y ha estado presente en negociaciones bilaterales que lograron reducir aranceles a productos surcoreanos del 25% al 15%. El comité interinstitucional que decidirá el caso, con presencia de defensa e inteligencia, ya ha pospuesto su resolución inicial para ampliar consultas con la industria y los organismos de seguridad.
Implicaciones. El fallo de agosto no solo definirá si Google Maps podrá funcionar plenamente en Corea del Sur, sino que marcará un precedente para la gestión de datos estratégicos en un país que equilibra su apertura económica con la protección de sectores tecnológicos locales.
Para algunos, ceder significaría facilitar la entrada de competidores globales que podrían desplazar a empresas nacionales. Para otros, mantener el bloqueo sería persistir en un modelo que perjudica al visitante, limita la competitividad internacional de las startups surcoreanas y proyecta una imagen de aislamiento tecnológico impropia de una de las potencias digitales del planeta.
El resultado, en cualquier caso, tendrá repercusiones tanto en la experiencia de millones de usuarios como en el pulso geopolítico y comercial que se libra entre Seúl, Washington y el resto de los grandes actores tecnológicos.
Imagen | Marc Smith
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