Soy profesor y creo que la única manera de que funcione la prohibición de los móviles en las aulas es si también nos aplica a nosotros

Soy profesor y creo que la única manera de que funcione la prohibición de los móviles en las aulas es si también nos aplica a nosotros

  • La regulación del uso de los dispositivos móviles en el entorno escolar es competencia de las comunidades autónomas

  • Hablamos con dos profesoras, cuyos alumnos tienen edades muy dispares, para entender cómo se vive esta medida en la primera línea de batalla

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Noelia Hontoria

Editora

El uso del móvil en las escuelas e institutos se ha colocado en el centro del debate educativo de los últimos años. Y aunque la decisión depende de cada comunidad autónoma, parece que estamos bien cerca de la unanimidad con un foco común: prohibir los dispositivos electrónicos en las aulas de manera general, aunque levantando un poco el pie del freno si existe una justificación educativa.

Pero, ¿cómo se vive y se siente esta medida desde el claustro de profesores? Para abordar el tema y comprender mejor cómo está la situación actual después de la implantación de estas medidas, desde Xataka Móvil hemos hablado con dos profesoras que están cada día en primera línea de batalla.

María José Escobar es tutora de un grupo de 4º de Educación Primaria en un colegio andaluz, mientras que Helena Quero da clase a adultos en un instituto madrileño. Dos ambientes muy diferentes, pero ambas coinciden en un punto de vista bastante similar.

El ‘profe’ debe predicar con el ejemplo

En muchos trabajos, es habitual tener el móvil sobre la mesa o en el bolsillo y echar una miradita de vez en cuando a WhatsApp o incluso a redes sociales. Pero, ¿qué ocurre cuando estás dando clase a un alumnado al que se le ha prohibido el uso de pantallas? La medida no va dirigida contra el claustro, pero es inevitable mirar también hacia el profesorado.

María José, tutora de niños de 9 y 10 años, tiene claro que debe predicar con el ejemplo. “Como profe, el ejemplo arrastra. En mi contexto laboral, estamos concienciados con respecto a este punto, ya que incluso llamadas ‘de emergencia’ que podemos recibir en un momento determinado siempre son atendidas fuera del aula. No solemos usar el teléfono dentro de la clase, ni consultar redes sociales en horario laboral”.

En este sentido, no ha tenido nada que ver las limitaciones impuestas desde arriba, ya que confirma que ”es una práctica habitual en nuestro claustro desde hace años”.

Helena Quero, quien imparte clases de formación profesional a estudiantes cuyas edades pueden bailar entre los 16 y 50 años, también está de acuerdo con esto y nos explica que ella mantiene el móvil guardado en la mochila porque “es incompatible dar clase y estar mirando el móvil. Lo miro en los cambios o en los recreos, principalmente porque entre nosotros tenemos un grupo de WhatsApp del departamento y hay cosas que se avisan por ahí”.

No es en los colegios donde se debe educar en el uso de pantallas

El principal error que se suele adoptar a la hora de hablar de dispositivos electrónicos en clase es la generalización. Existen buenos motivos para que las pantallas se añadan como un recurso educativo adicional a los que tradicionalmente ya existía, como libros de texto o la propia pizarra.

"El uso de dispositivos con fines educativos y herramientas que potencien las tareas y el proceso de enseñanza y aprendizaje, para mí es un sí rotundo"

María José nos explica que en su colegio “no se utilizan los móviles, sino las tablets”. Y siempre con fines educativos y teniendo en cuenta la realidad de nuestros días. En este sentido, nos explica que “no podemos vivir de espaldas a la tecnología, no podemos tapar el sol con un dedo, sino educar en un buen uso según el contexto de los alumnos. Así que, dentro de un ambiente escolar, el uso de dispositivos con fines educativos y herramientas que potencien las tareas y el proceso de enseñanza y aprendizaje, para mí es un sí rotundo. Evidentemente, todo ello bajo el control necesario para que esto ocurra con todas las garantías y seguridad para ellos”.

Un tema bien diferente es si hablamos del uso de teléfonos móviles personales como pura diversión en horario escolar. En este caso, la profesora está de acuerdo en que no deben utilizarse para este fin.

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Algo muy similar nos cuenta Helena. Ella considera que “para la Administracion lo cómodo es limitar o vetar el uso de los móviles en los centros de estudio”. Este paquete de medidas deja en el lado de los profesores algo que “debería ir hacia los padres para que no eduquen a sus hijos con pantallas, no hacia los colegios e institutos. Cuando los niños ya vienen desde bien pequeñitos educados con pantallas no puedes llegar a clase y quitárselas, porque en su día a día ya están acostumbrados”. 

Al igual que María José, Helena coincide en que es un recurso muy útil siempre que tras él se encuentre una motivación educativa y nos pone el ejemplo de una práctica de recuento celular. En los centros a veces cuentan con un arcaico contador de células manual, algo que hoy en día ya no tiene ningún sentido porque se puede hacer de un modo mucho más efectivo con una aplicación del móvil.

"Mis alumnos son mayores y vale más educar en un uso responsable de estos dispositivos que en prohibir sin más"

Un caso particular de los institutos es la enorme horquilla de edad de los alumnos. No es lo mismo un niño de 12 años de Primero de ESO que un adulto de 30 años que cursa una Formación Profesional para reciclarse, después de haber pasado por la Universidad. “Están muy acostumbrados a usar la tablet o el portátil para tomar apuntes y piden permiso para hacerlo. Si alguien te pide hacer lo mismo con el móvil no puedo decirles que no, porque estaría haciendo una segregación económica entre los alumnos que pueden traer otros dispositivos y los que solo se pueden permitir el móvil”.

Y aunque hay que tener cuidado con la picaresca de los estudiantes y dejar bien claro que en clase no se puede usar WhatsApp o incluso hacer fotos a compañeros o a los propios profesores, “desde que cambió la legislación tengo que pelear menos con estas cosas”, algo que la profesora agradece.

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Por último, la edad influye mucho a la hora de decidir cómo se integran las pantallas en las aulas. “No es lo mismo un niño de seis años que un adulto de 25, aunque la norma aplique por igual. Mis alumnos son mayores y vale más educar en un uso responsable de estos dispositivos que en prohibir sin más. Tienen una dependencia muy grande del móvil y lo que falta es educación. En las aulas no es donde tenemos que hacer ese esfuerzo tan grande, porque estamos batallando contra algo muchísimo más fuerte”, concluye Helena.

Tenemos claro que establecer una buena relación entre la tecnología y su uso dentro de nuestras rutinas es un tema muy complejo y con muchas aristas. Examinar cada caso particular es casi utópico, por lo que queda aplicar el sentido común y entender que la mejor educación es un buen ejemplo, tanto en casa como en las aulas.

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