La otra cara de ChatGPT en las escuelas y universidades: la IA es capaz de ahorrar hasta seis horas semanales de trabajo

Lejos de ser una amenaza automática para la educación, la inteligencia artificial se presenta como una herramienta poderosa

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Miguel Jorge

Editor

Hay vida, y mucha, para ChatGPT y el resto de IAs en el ámbito de la docencia. Más allá de las malas prácticas y el uso indebido en escuelas y universidades, situaciones que, por cierto, se daban también antes de la llegada de los chatbots, lo cierto es que pueden llegar a ser una alucinante herramienta o recurso educativo. Y no solo para los estudiantes, también para los profesores.

Cambio de paradigma. Contaba en un reportaje AP el caso de Ana Sepúlveda, profesora de matemáticas en Dallas. Al parecer, la IA se ha convertido en su aliada indispensable. Al enfrentarse al desafío de hacer que sus alumnos de sexto curso se entusiasmaran con la geometría, decidió aprovechar su pasión por el fútbol. Pidió ayuda a ChatGPT y, en cuestión de segundos, obtuvo un plan de cinco páginas que relacionaba conceptos geométricos con el deporte, proponía preguntas para iniciar debates en clase y sugería un proyecto final para diseñar un estadio o campo de fútbol.

Además de enriquecer su propuesta pedagógica, la herramienta tradujo todo el contenido al español, facilitando su uso en un entorno bilingüe. Sepúlveda no dudó en calificar la experiencia como un auténtico punto de inflexión en su labor docente.

Otros casos. Recordaban en Fortune que estos casos reflejan una tendencia cada vez más extendida entre los docentes estadounidenses. Desde la elaboración de exámenes y fichas hasta la corrección de pruebas y la gestión de tareas administrativas, las herramientas de IA están redefiniendo los procesos dentro del aula.

Según una encuesta de Gallup y la Fundación Walton, seis de cada diez profesores de escuelas públicas K-12 usaron herramientas de IA durante el último año escolar, con mayor frecuencia entre los docentes de secundaria y aquellos con menos experiencia profesional. Los usuarios semanales de estas herramientas afirman ahorrar unas seis horas de trabajo por semana, lo que sugiere un impacto tangible en la reducción del agotamiento profesional.

Normas y límites. Lo contamos hace unas semanas. Ante el crecimiento del uso de estas tecnologías, aproximadamente una veintena de estados han emitido directrices oficiales sobre su integración en el aula. Sin embargo, la aplicación efectiva de estas guías sigue siendo desigual. Maya Israel, profesora de tecnología educativa en la Universidad de Florida, advierte sobre los peligros de delegar demasiado en los algoritmos.

Recuerda que la IA es útil para tareas mecánicas, como corregir pruebas de opción múltiple, pero no para valorar trabajos que requieren interpretación o sensibilidad. La decisión final, insiste, debe permanecer siempre en manos del docente, y los estudiantes deben tener la posibilidad de alertar sobre calificaciones injustas.

Más tiempo de “vida”. En el reportaje de AP ponen cifras: ocho de cada diez profesores que usan IA afirman que les ahorra tiempo en tareas como la elaboración de materiales o la gestión burocrática. Seis de cada diez creen que mejora la calidad de su trabajo, especialmente al adaptar contenidos o dar retroalimentación más precisa.

Mary McCarthy, profesora de ciencias sociales en Houston, afirmaba que la IA no solo ha transformado su forma de enseñar, sino que también ha mejorado su equilibrio entre la vida personal y profesional. Gracias a la formación recibida en su distrito, ahora enseña a sus alumnos a utilizar la tecnología de forma consciente y ética, evitando el alarmismo y promoviendo la alfabetización digital como parte del aprendizaje.

Uso prudente. Es otra de las patas a analizar. Desde el lanzamiento de ChatGPT en 2022, la percepción sobre su rol en la educación ha cambiado radicalmente. Mientras que al principio muchos centros optaron por prohibir su uso, hoy se intenta incorporarlo de forma responsable.

Sin embargo, qué duda cabe, persisten las inquietudes: la mitad de los docentes teme que el abuso de estas herramientas por parte del alumnado afecte su pensamiento crítico, su autonomía intelectual y su capacidad de resolver problemas de forma persistente.

Trampas. El conocimiento práctico de estas herramientas también ha permitido a los docentes identificar cuándo un alumno ha recurrido a la IA de manera excesiva. ¿Pistas? La ausencia de errores gramaticales o la presencia de estructuras complejas inusuales suelen ser las más claras. 

Darren Barkett, profesor de inglés en Colorado, utiliza ChatGPT para preparar lecciones y corregir tanto pruebas objetivas como ensayos. Por su parte, Lindsay Johnson, profesora de arte en Chicago, limita el uso de IA a herramientas aprobadas por su centro, asegurando el cumplimiento de las normas de privacidad y protección de datos de menores. En uno de sus proyectos finales, propuso a los alumnos crear retratos de personas influyentes en sus vidas, y solo una vez finalizada la parte principal introdujo una herramienta de diseño con IA para quienes quisieran asistencia en el fondo visual. La mitad de la clase prefirió no utilizarla, alegando tener una visión clara que deseaban seguir desarrollando por sí mismos.

Alfabetización. Si se quiere, y como sostienen muchos de los docentes citados en AP, su misión ya no es solo enseñar matemáticas, arte o ciencias sociales, sino también formar a sus alumnos en el uso ético, estratégico y crítico de las herramientas que definirán su futuro.

En ese sentido, la inteligencia artificial no está sustituyendo a los profesores: está transformando su rol en guías capaces de navegar junto a sus estudiantes en un mundo cada vez más tecnológicamente complejo.

Imagen | CommonWeal

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